Teresa mueve su cuello, escucha como truena, lleva horas en la misma silla de trabajo y la luz de la pantalla le ilumina el rostro. El café ya está frío pero lo sigue tomando, tiene un deadline que ya no puede postergar, procastinó toda la semana y el trabajo se acumuló. Teclea unas cuantas frases, lee, corrige, da formato, la luz de la pantalla ilumina su cansancio, vuelve a mover su cuello, lo estira para ambos lados y lo soba; cierra los ojos y su mano baja por el cuello y se detiene en su pecho, suspira y olvida el deadline. Se imagina que no es su mano la que recorre su cuello y se posa en su pecho; su respiración se vuelve profunda, sube los hombros, no quiere distraerse pero no deja de pensar en él, en imaginarse que son sus manos las que la tocan, las que recorren su cuello en trayecto a desnudarla. Se ríe, se siente ridícula por pensar en ello. Es sólo un chico , se repite, no es un hombre aún , pero la halaga y le excita la idea, la situación. "Yo me enamoraría de u