Oye, Nibelungo, ¿crees que un día pueda ver a la niña que fui sin que me dé miedo su mirada?

Hace unos días estaba tan orgullosa de mí misma que me hubiera encantado verla y decirle algo hermoso
y convencerla de que no equivoqué el camino y dejé de sentir miedo para enfrentarla y decirle:

Mira, al final, ¡soy esa que te prometí que seríamos!

Pero hoy... tengo una ligera sensación de que algo me falta y entonces... recordarla me ha vuelto a doler...

¿Los dolores de la infancia se quitarán con la vejez? Porque ella ya no duele, duele recordar cómo le dolía
el alma.

Tan poca cosa que era... y se sostuvo, de nada y salió sola a la calle y se enfrentó a su soledad.

Ahora ya no nos da miedo la soledad pero no quiero que ella sepa o crea que así será siempre, porque antes no lo merecía...
ahora, tal vez lo merezca yo pero no ella, no la niña que fui...

no la niña que fui.
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